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CulturaMéxico

Sin traductores las diversas lenguas y culturas serían islas

Itzel Zúñiga
30 de abril de 2024

Por primera vez, la Medalla Goethe, la máxima distinción de la política cultural exterior de Alemania, recae en una mujer mexicana: la traductora literaria e intérprete Claudia Cabrera Luna.

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Claudia Cabrera.
Claudia Cabrera, premiada por su obra como traductora literaria.Imagen: Irving Cabello

Sin proponérselo como profesión, desde 1994 Claudia Cabrera empezó a volcar al español de México, su país natal, pequeños textos en alemán mientras trabajaba en el Goethe-Institut de México. Después siguió el catálogo de una exposición, de alguna retrospectiva fílmica y luego una obra de teatro.

Así surgió su labor de vida, reconocida este 24 de abril con la Medalla Goethe, que la República Federal de Alemania ha concedido a partir de 1955 a 380 personalidades extranjeras por sus contribuciones al arte, la ciencia y la cultura.

"Claudia Cabrera es una de las mejores traductoras literarias y de teatro del idioma alemán en México. Desde 1994 ha traducido al español mexicano más de 60 novelas, obras de teatro y libros de no ficción, entre ellas obras de Rainer Werner Fassbinder, Julia Franck, Cornelia Funke, Franz Kafka, Heiner Müller, Robert Musil, Silke Scheuermann y Anna Seghers”, indicó el jurado.

A lo largo de 30 años, por sus manos han pasado un sinfín de obras de autores y especialistas de lengua germana, como "El Hacha de Wandsbek”, de Arnold Zweig, cuya traducción le valió en 2020 el Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena, del gobierno mexicano.

"Con este impresionante desempeño, Claudia Cabrera contribuye significativamente a la notoriedad y popularidad de la literatura alemana, así como de sus autores y autoras, en México y América Latina”, se afirmó en el fallo, emitido en Múnich.

La ceremonia de entrega será encabezada por Carola Lentz, presidenta del Goethe-Instituta nivel mundial. Tendrá lugar en Weimar el 28 de agosto, justo al cumplirse 275 años del natalicio de Johann Wolfgang von Goethe, autor emblemático de las letras germanas.

Las tres galardonadas de 2024 son la historiadora y gestora cultural macedonia Iskra Geshoska; la chilena Carmen Romero Quero, directora del Festival Internacional Teatro a Mil, y Cabrera Luna, también fundadora y presidenta de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli), quien habla con DW del premio y los retos de su profesión.

DW: Como la primera mujer mexicana en obtenerla ¿qué representa esta condecoración para usted?

Claudia Cabrera: Todavía no alcanzo a salir de mi estupor de que me hayan concedido la Medalla Goethe. El primer mexicano en recibirla en 1995 fue José María Pérez Gay, el germanista más importante de México. Y que yo, una traductora literaria autodidacta, sea objeto de ese honor me parece increíble. Es la confirmación de una vida dedicada al servicio de mis dos lenguas, español y alemán.

¿Considera entonces que es también un premio a su gremio?

Me parece significativo y no casual que la presea que se otorga no sólo por la difusión de la lengua y la cultura alemanas, sino también por el fomento a la cooperación cultural internacional, haya ido a parar varias veces a manos de traductores, entre ellos, al español Miguel Sáenz.

Es un reconocimiento de gran calado a la labor imprescindible de los traductores literarios. Sin nosotros, las diferentes lenguas y culturas serían islas, sin traductores no habría intercambio de conocimiento en otras lenguas. Me gusta mucho citar a José Saramago, quien dijo que "si los autores hacen la literatura nacional, los traductores hacen la literatura universal”.

El alemán y el español son tan diferentes lingüística y culturalmente hablando. ¿Qué tan compleja es su labor?

Si bien vistos desde afuera el español y el alemán -o México y Alemania- pueden parecer totalmente disímiles, he tenido la fortuna de vivir desde niña en ambos mundos. Y al hacerlo aprendí que, pese a sus aparentes diferencias, no son tan contradictorios.

Esta vida bilingüe y bicultural -que le debo al Colegio Alemán-, me ha facilitado la labor de mediar y comunicar entre ambas lenguas, de hallar formas de explicar y acercar hechos y conceptos que, en principio, podrían resultar ajenos al público mexicano. En mi más reciente traducción de "La séptima Cruz”, de Anna Seghers, novela que sucede en la década de 1930 en pleno Tercer Reich, propuse a mis editores añadir un glosario de términos, hechos históricos o personajes que un lector mexicano del siglo XXI no tiene por qué conocer, pero necesarios para comprender la trama y el contexto histórico y político de la obra.

¿Qué cualidades debe tener un traductor?

Cuando no existe la traducción exacta de una palabra o concepto, cosa muy frecuente, hay que buscar equivalentes, aproximaciones o paráfrasis, inventar metáforas nuevas y adecuadas e incluso acuñar términos nuevos. En esto consiste el encanto y el reto de la traducción literaria: en transportar y hacer inteligibles no sólo palabras, sino universos enteros.

Debes ser un lector ávido, conocer bien tu propia lengua y entender los intríngulis más sutiles de la lengua de la cual estás traduciendo. Tener una curiosidad insaciable, porque la traducción implica muchísima investigación pues no se puede traducir un tema que no conoces ni entiendes.

¿Cuáles considera que son los retos de su gremio?

La Medalla Goethe.
La Medalla Goethe, máxima distinción de la política cultural exterior de Alemania.Imagen: Detlef Gräfingholt/Bundesarchiv

Quiero dedicar el premio a todos los traductores literarios de mi país porque quiero pensar que nos dará visibilidad y llamará la atención sobre la importancia de la traducción literaria, sobre la calidad autoral de los traductores, quienes, según la Ley Federal del Derecho de Autor (de México), somos autores de obra derivada, no de obra primigenia, pero lo somos y como tales deberíamos cobrar regalías.

Nuestra lucha también es para que nos reconozcan los derechos morales, es decir, que aparezca nuestro crédito en la portada junto al nombre del autor de la obra, en la página legal o que los traductores tengamos la última palabra en cuanto a las correcciones de nuestros textos, no la editorial, pues en ocasiones hay términos o juegos de palabras que no se están entendiendo; al cambiarlos se modifica el sentido de lo escrito por el autor original en su lengua materna.

A esta minusvaloración e invisibilidad también se suman la imposibilidad de vivir sólo de la traducción literaria y la precarización de los derechos laborales. Son problemáticas frecuentes en muchos países, por ejemplo, en América Latina.

¿Cree usted que la inteligencia artificial amenaza la labor de los traductores?

La inteligencia artificial o las inteligencias artificiales ni son inteligentes ni son artificiales porque se nutren de un compendio de la sabiduría humana. Creo que primero afectarán a otras especialidades de traducción como las más técnicas, mas no a la traducción literaria por su alto grado de complejidad y de sutileza.

Las inteligencias artificiales tardarán un tiempo en producir y traducir buena literatura, pues si no entiendes el contexto histórico, cultural y lingüístico, no es posible traducir adecuadamente. Esa capacidad, que es humana, no la tienen las máquinas.

Por último, ¿qué obra traduce actualmente?

Me conmueve y enorgullece enormemente recibir el mismo premio concedido en 2003 a la periodista checo-alemana Lenka Reinerová, quien vivió en México durante los años 40 del siglo pasado, huyendo del terror nazi. Es una de las autoras, junto con Anna Seghers, Alice Rühle-Gerstel y Steffie Spira, a las que estoy traduciendo como parte de mi proyecto de rescate de las escritoras germanoparlantes exiliadas en este país durante el Tercer Reich.

Quise recuperar sus historias porque, a diferencia del exilio español, muy presente aquí en México, del exilio alemán no queda mucho. Aunque fue muy relevante para la sociedad mexicana de la época, es una memoria artística, cultural e histórica que se ha ido diluyendo porque al terminar la Segunda Guerra Mundial muchos alemanes regresaron a Alemania o porque en el país poca gente hablaba alemán.

Estas autoras son desconocidas en México, por eso quise integrarlas al canon literario mexicano. Me propuse traducirlas al español mexicano, con un lenguaje contemporáneo, porque "Tránsito”, "La séptima cruz” y "La excursión de las niñas muertas”, de Seghers, se tradujeron en España, pero no en México, donde se escribieron.

Por otra parte, ahora que están resurgiendo los fascismos, tanto en Alemania como en otros países europeos o latinoamericanos, hay que recordar lo que hizo el fascismo en los años 30 o 40.