En diez años, la ley de identidad de género en Argentina permitió a más de 12.000 personas cambiar su documento a partir de la autopercepción de su género, sin necesidad de tratamientos médicos o psicológicos ni intervenciones judiciales. La comunidad trans lo celebra, aunque señala desafíos pendientes, mientras hay grupos que rechazan la norma por su supuesto impacto en los adolescentes.